Aunque el hecho de coleccionar joyas por parte del regente británico se remonta a unos mil años, las joyas de la corona británica, en su mayoría, no alcanzan más de unos pocos cientos de años, ya que a lo largo de la historia se han ido empeñando o vendiendo diversas piezas para sufragar los gastos de la Corona, tales como guerras, palacios quemados, deudas, etc. De hecho varios reyes ingleses han sido coronados con gemas falsas.
Como detalle curioso mencionar, que los reyes que ostentaron el trono se llevaban el precioso tesoro a las guerras en las que intervenían, ya que en primer lugar no se fiaban de los parientes que quedaban en la patria, y en segundo lugar iban pagando al ejército según avanzaban si el pillaje de la conquista no era suficiente para cubrir los gastos.
El regente de gran Bretaña es dueño y señor de su fortuna a diferencia de los reyes españoles, que fue arrebatada durante la segunda república española de 1931 y jamás fue devuelta, perteneciendo desde ese momento a todos los españoles.
Podemos decir que en la casa Real Británica existen colecciones personales y colecciones “nacionales” (por llamarlo de alguna manera).
Las colecciones personales o joyero del regente, empezaron con la Reina Victoria, joyas que su propio marido, Alberto de Sajonia, diseñó en ocasiones. Estaban tan enamorados, que cuando murió su marido, a los 42 años, la reina victoria vistió de luto el resto de su vida y siempre llevaría con ella una fotografía de su marido muerto. Las joyas del joyero suelen ser regalos de otros mandatarios o familiares, siendo raro que el regente compre alguno.
Si hablamos de las colecciones “nacionales”, nuestra memoria se irá a las más populares y suntuosas que embellecen la Torre de Londres y aparecen en los actos más representativos de la vida monárquica británica. Mencionar que aunque sean propiedad del regente, no tendría tan fácil venderlas, ya que por su importancia histórica de los últimos siglos el pueblo británico se opondría ferozmente. La catedral de Salamanca es propiedad del Vaticano pero ¿El pueblo dejaría que la vendiera a una persona o empresa para que se la llevara? Creemos que no.
A pesar de la creencia popular, existen decenas de coronas (entre coronas, diademas y tiaras) dentro de la colección “nacional” de la familia real británica, estos son los ejemplos más destacados:
La corona de San Eduardo es la pieza más importante de las joyas de la corona británica. Es empleada para coronar a los monarcas del Reino Unido. Se creó posiblemente en el siglo XIII pero fue destruida en el siglo XVII, en la época de la mancomunidad de Inglaterra (república de Cromwell), siendo la actual creada para la coronación del rey Carlos II en el mismo siglo (1660).
La Corona imperial del Estado principal atractivo de la Torre de Londres. Realizada en 1838 para la coronación de la reina Victoria. En el centro de la cruz de la parte frontal lleva un rubí, procedente de una virgen del Monasterio de Santa María la Real de Nájera y que fue llevado a Inglaterra como botín de Eduardo de Woodstock (Príncipe Negro), siglo XIV, tras prestar ayuda en sus guerras a Pedro I el Cruel o el Justo, en definitiva Pedro de Castilla. Esta joya ostenta el tercer diamante tallado más grande del mundo: El Cullinan II.
La Corona está guardada junto al resto de las joyas de la Corona británica en la Torre de Londres, aunque no es parte de ellas. Como curiosidad decir que es la única corona de un monarca británico que tiene ocho diademas, a la manera de las coronas europeas continentales, en lugar de seguir con la tradición de las coronas británicas, las cuales tenían sólo cuatro diademas.
La diadema del Estado de Jorge IV fue realizada en 1820 para que este monarca la luciese durante su traslado a la Abadía de Westminster antes de ser coronado. Posteriormente fue usada en la procesión de la coronación por la reina Victoria e Isabel II la empleaba durante la apertura del Parlamento, posiblemente la corona más icónica de ésta. En realidad se trata de una corona abierta de diamantes. Está adornada con ocho florones, cuatro con forma de cruz patada y otros cuatro formados por los emblemas vegetales de los territorios que integran el Reino Unido: la rosa heráldica por Inglaterra, el cardo por Escocia y el trébol por Irlanda.
La corona pequeña de la reina Victoria es una corona de tamaño muy pequeño, nueve centímetros de ancho y diez de alto, realizada con aproximadamente 1300 diamantes. Fue encargada por la reina Victoria en 1870 al resultarle la Corona del Estado Imperial muy pesada e incómoda. Como las Coronas de San Eduardo y del Estado Imperial, está decorada con ocho florones con forma cruz patada y flores de lis, que se alternan, y está cerrada con cuatro diademas rematadas con un orbe cruzado situado encima.
La corona de la reina Isabel fue realizada con motivo de la coronación de su esposo Jorge VI en 1937, es la única de toda la colección que está realizada con platino. La corona de la reina Isabel contiene el diamante más antiguo conocido: Koh-i-Noor (‘montaña de luz’), El Koh-i-noor, de 105 quilates (21,6 gramos), fue tallado de nuevo en 1851 .
Por supuesto que las coronas son las piezas más icónicas de las joyas de la corona británica, pero no podemos dejar de hablar de El Cetro de la Cruz, realizado en 1661, así llamado por encontrarse rematado con una cruz. En 1910 fue modificado para incorporar el diamante Cullinan I, también conocido como la Gran Estrella de África, un diamante que supera los 530 quilates (106 gramos). Durante la ceremonia de la coronación, el monarca del Reino Unido porta el Cetro de la Cruz en su mano derecha.
Tanto en el Cetro de la Cruz como en la Corona Imperial del estado, mencionamos a los diamantes Culinan I y Culinan II pero ¿Qué es el Culinan?
El Diamante Culinan o Gran estrella de África” o “Estrella del sur” fue un diamante que, en su origen, pesó 3.106 quilates (unos 638 gramos de peso). Se extrajo de áfrica del sur en 1905 y fue un regalo a Eduardo VII por su cumpleaños, quien mandó tallarlo en 150 piezas más pequeñas, que por su importancia se fueron llamando Cullinan 1, cullinan 2, cullinan 3 etc..
Sorprendentemente, su traslado desde África a Londres fue de una forma un tanto peculiar.
El gran diamante, del tamaño de una berenjena, había sido retratado por todos los fotógrafos del mundo, y por lo tanto ya era demasiado conocido y susceptible de ser robado. Entonces surgió la pregunta ¿Cómo transportarlo desde África hasta Londres? Después de inumerables elucubraciones y planes desorbitados que contaban con un ejército como escolta, al final, el Scotland Yard dio con la solución al nudo Gordiano: "cuanto más simple, mejor". Así, el diamante fue mandado por correo ordinario en un paquete sin identificación como si fuera una vulgar caja de zapatos. Un mes después llegó al Palacio de Buckingham si ningún problema.
El Cullinan I, que se encuentra engastado en el Cetro de la Cruz, fue el mayor diamante tallado del mundo hasta 1985, cuando fue desplazado por el Golden Jubilee Diamond (Quincuagésimo Aniversario que se encuentra en el Salón del Trono del Templo Dorado de Pimammek en Bangkok).
Mientras, el Cullinan II, el otro gran diamante procedente del Cullinan original, es el principal atractivo de la Corona del Estado Imperial Británica, joya conservada en el Museo de la Torre de Londres. El Cullinan III y IV eran llamados por la Reina María como Chips (Esquirlas), los cuales fueron incorporados a un broche, donde el Cullinan IV se suspende del III.
En nuestro parecer las joyas del regente británico van más allá de las meramente conocidas como la corona o el cetro, y por ello nos parecen más interesantes, como por ejemplo “La sal del Estado”, es un gran salero de oro sólido (o macizo) que mide 46 centímetros de alto y pesa 6,3 kilos, y sí, sí la Reina Isabel II lo ponía en la mesa para comidas o cenas de Estado.
Aquel salero de 6,3 kilos, ha sido hasta eclipsado por el "Grand Punch Bowl", una pieza de oro, de la medida de una bañadera, con capacidad para 110 litros de champán que se concibió para refrescar los vinos. La reina Victoria hacía bautizar a sus hijos en ella.
Por resumir, las joyas de la realeza británica, las joyas de la corona, constan de más de 140 piezas. Toda la colección utiliza 23.578 piedras preciosas, incluido el Cullinan I el segundo diamante de talla más grande del mundo que con sus 530 quilates podríamos estimar su valor en 440 millones de euros.
Dar un precio global a la colección de joyas es difícil, sobre todo porque no hay posibilidad de que las joyas sean puestas en venta. Sin embargo, hace algún tiempo, un cálculo aproximado estimó la recaudación real en más de 3.300 millones de euros.
¡Dios salve a su majestad!